El libro de la semana

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson

Cuando se piensa en algo terrorífico muchos visualizan fantasmas, casas encantadas, demonios, brujas, etc. Es decir, el cine de terror, tomando de referencia la cultura popular marcada muchas veces por la religión, ha plasmado la idea de que en lo sobrenatural está el miedo, vendiéndonos la idea de que hay una vida más allá tras la muerte y es algo tenebroso que puede inmiscuirse en nuestra vida cotidiana y hacernos daño. Sin embargo, Stevenson con su novela nos revela algo más horrible: la transformación de un hombre, más bien, la doble naturaleza del alma de un hombre, que si lo analizamos, podría ser la de cualquiera, aunque no se manifieste el lado oscuro de manera tan radical.

El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde | TiendaPremier

Utterson es un notario que observa que en el testamento de un conocido suyo aparece como heredero universal un tal Edward Hyde. ¿Quién es este hombre? Pronto conocemos los crímenes atroces que está cometiendo ese ser de pequeña estatura, pero con aspecto de bestia o, al menos, es de esta manera como los demás lo perciben. Una vez que golpea a una niña y asesina a un hombre sin piedad, es perseguido por la justicia. No obstante, se muestra huidizo; solo se sabe que tiene un protector, Henry Jekyll, que por un motivo desconocido le extiende cheques en blanco y hasta le deja habitar en la parte trasera de su casa. Utterson, con la ayuda del Doctor Lanyon, busca una explicación a tal fenómeno. Conforme avanzan las investigaciones policiales, van hilando las sospechas hasta tejer una respuesta horripilante. Jekyll es un hombre respetable, bondadoso, con una ética y moral marcadas por una buena educación; pero ha decidido proteger a una bestia que representa una vitalidad juvenil y que se aleja de toda moral. ¿Cuántos hombres habitan en la casa del doctor en el Soho de Londres? Realmente, pronto averiguamos que uno solo, aunque con un gran secreto. Su alma tiene dos caras totalmente opuestas en sus actos. Es tan opuesta su naturaleza que hasta el cuerpo se va transformando dependiendo de qué parte del alma actúe. Henry Jekyll, al recobrar su conciencia original, se siente culpable; sin embargo, en toda batalla tiene que haber un ganador. Lo que termina viviendo el doctor es una disputa entre sus dos naturalezas y cuando se siente impotente ante sus constantes transformaciones y la rebeldía que muestra su otro yo, decide desvelar sus secreto a sus dos amigos; pues siente que llegará un momento en que lo que él ha creado le termine destruyendo definitivamente, a él, a su creador, que dio vida a una bestia y le dotó de un poder indestructible: la falta de moral y escrúpulos.

Por medio de una metáfora, Stevenson nos muestra que el Doctor Jekyll se sirve de la ciencia: la creación de una especie de bebida originada a través de un experimento, la cual logra modificar el alma humana de tal manera que despierta la maldad y esconde el imperativo moral que todos poseemos en nuestro interior. Esa especie de pócima podrían ser los avances científicos desmedidos que desde el siglo XIX se vienen produciendo y si no se utilizan siguiendo un código ético pueden llegar a destruirnos. Partiendo de esta idea, otras novelas también analizan este problema, por ejemplo, en Frankenstein vemos como el doctor teme ser destruido por su propia creación puesto que esta carece de alma al haber sido fruto de la soberbia humana no de Dios. Hoy en día, habría que plantearse la posibilidad de que a alguien se le ocurra conceder un poder humano o ¿divino? a la inteligencia artificial y que pueda declararse en rebeldía contra nosotros mismos, sus creadores.

No obstante, la conclusión que se puede sacar es que el doctor Jekyll se ve sobrepasado por su descubrimiento y llega un momento en que sus dos mitades o personalidades se confunden y, como es incapaz de la destrucción de su parte oscura puesto que representa algo que en su subconsciente anhela, termina devorado por el mal. En la elaboración de su pócima ve que ya se han agotado los ingredientes que le otorgaban una moral y le devolvían a su verdadero ser.

Todo ello nos demuestra que la tragedia no tenemos que buscarla en un mundo sobrenatural, sino en el nuestro; ya que el terror nos pisa tanto los talones que puede hallarse muy muy cerca, tanto como en nosotros mismos, o en quienes nos rodean pero que han sido vencidos por su Edward Hyde.

El libro de la semana

Agua cerrada, de Alejandro Palomas

Agua cerrada es una novela con un gran simbolismo, ya que el mismo título nos lleva a todo lo que se ha asociado con el agua: la vida, el paso del tiempo, el hogar, etc. A su vez, la falta de ese elemento nos puede conducir a la muerte, así como cuando aparece estancada o, como dice el título, cerrada, de la misma manera que se encuentra el espacio de la acción: Venecia, rodeada por agua.

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En la novela, los protagonistas son testigos de la vida, pero también de la muerte de manera presencial o como amenaza. Otro símbolo importante es la música y el violín. A Serena la música la tranquiliza y le sirve como una manera de construirse a sí misma, conociéndose y forjando una visión de quien es ella. Desde su infancia ha sido fundamental y ha marcado sus vivencias, dese el acoso de uno de sus vecinos hasta su fracaso matrimonial y el encuentro del que será el amor de su vida: Isaac. Por otro lado, el instrumento musical actúa como coprotagonista de la obra, con su forma femenina, que se identifica con su dueña. Así, al igual que el artista toca sus cuerdas para crear arte, a Serena Isaac logra tocarle no solo el cuerpo sino también el alma para configurar un amor que les une y que termina fructificando. No obstante, esa relación se ve interrumpida por las circunstancias que los rodean. Una de ellas es la presencia de Elsa, madre de Isaac, quien está marcada por una decisión del pasado que la terminó llevando a la ciudad que sirve de nexo a los personajes principales de la historia: Venecia. Venecia, como ciudad del agua, simboliza la pecera en la que se sienten inmersas nuera y suegra. Años atrás, Elsa, tras la muerte de su marido en circunstancias inciertas que finalmente termina desvelando, acude a Venecia, donde se encierra en una habitación e hotel para reflexionar sobre lo sucedido. Mientras, su hijo Isaac siendo aún un niño, permanece en España a la espera de la madre ausente. Eso, para él, supone una herida, el pensar que su madre no desea estar junto a él en una situación como es recién enterrado su padre.

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Para Serena, Venecia representa una pecera vacía cuando acude con su primer marido, Ricardo, a quien no le une más que el contrato matrimonial; pues no siente ninguna conexión con él. Sin embargo, la segunda vez que cogen un vuelo a Venecia, tanto nuera como suegra, el amor que sienten es distinto. Elsa ha logrado superar su adicción al alcohol y se encuentra dispuesta a sincerarse con su hijo para poder seguir viviendo en paz consigo misma; Serena, que no tenía pensado volver, se ve obligada debido al golpe que recibe tras la llamada de Elsa. Ese «ven» que muchas veces ha oído esta vez la traslada a una Venecia donde la espera el amor pero también el dolor. Serena, como Elsa, también lleva consigo un secreto que terminará desvelando sirviendo de consuelo y esperanza. Este secreto podrá mantener la pecera de la vida llena puesto que, tras la tragedia de Isaac, tanto la madre como la amante se han visto vacías en un primer momento. De esta manera, en la novela se mantiene la expectativa de un futuro alegre que, aunque pueda parecer incierto, resulta fructífero, puesto que Elsa recibe su segunda oportunidad gracias a una Serena que le desvela que la vida de Isaac no será en vano, sino que perdurará dejando su huella en la Tierra. Esto devuelve la vida a una madre hundida siendo un aliciente para seguir abriendo los ojos cada mañana.

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El futuro es desconocido, pero la nueva vida siempre se abrirá paso dejando a un lado los fantasmas del pasado, de la misma manera que el agua siempre se renueva completando su ciclo y permitiendo que la nueva fluya con la promesa de vivir eternamente.

El libro de la semana

Madona con abrigo de piel, de Sabahattin Ali

Esta novela es especial no solo por la historia de amor que desarrolla, sino por el retrato de la sociedad que sucedió a la caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. Raif Efendi pertenece a una familia adinerada turca muy llevada por todos los intereses capitalistas que empiezan a fluir en los años veinte. Toda su infancia y adolescencia han estado marcadas por un tedio vital, que llegada la edad adulta, se manifiesta más abiertamente. Su sensibilidad no es satisfecha por la vulgaridad en la que vive puesto que lo que se espera de él choca con su verdadero deseo de ser verdaderamente libre y elegir su destino, lo que en esa época es muy complicado. Cuando se encuentra en la veintena acude un tiempo a Alemania para aprender más sobre el negocio de su familia y allí es donde vive un acontecimiento que revolverá su existencia para siempre. Este hecho se nos es narrado empleando la técnica del relato marco y enmarcado.

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La historia principal transcurre en los años cuarenta, cuando Raif Efendi es ya un hombre casado y es un traductor de una empresa de Ankara. Raif se muestra frio y distante con la gente que le rodea, reflejando la abulia y la melancolía por algo que les es desconocido a los que le conocen. Ese «algo» es descubierto un día por el narrador del relato marco, un compañero de trabajo de Raif Efendi. Este, muy enfermo en su casa, le concede el favor al narrador de leer un manuscrito que terminó de escribir en los años treinta sobre su estancia en Alemania en su primera juventud. De esta manera, a través del manuscrito conocemos la historia enmarcada, la cual refleja la lucha entre los deseos y las convenciones sociales que tuvo que vivir el protagonista, además de la diferencia de ver la vida desde la perspectiva oriental y occidental. Raif Efendi es un joven tímido al llegar a Alemania que en su interior busca un ideal. Ese ideal un día se materializa en un cuadro que le conmueve el alma. Se trata de la imagen de una mujer enigmática a la que la prensa bautiza como Madona con abrigo de piel por su semejanza con el cuadro italiano de la Virgen de las arpías. Desde ese momento el protagonista se obsesiona y en su mente solo aparece esa cara, por lo que cuando conoce a la autora del autorretrato no sabe si es sueño o realidad, o quizás una ensoñación fruto de su mente enloquecida por el amor. La mujer es María Puder, una mujer que en los años veinte se dedica al arte: pintar, cantar en un cabaret. Representa el inicio de una liberación femenina que contrasta con el puritanismo del joven turco. Así, ella le propone una amistad, pues repele la posibilidad de tener un hombre que la domine según la idea de las relaciones amorosas convencionales, sobre todo en ese momento. Sin embargo, lejos de rechazar la proposición, Raif lo acepta y se convierten en amigos puesto que este no soportaría la idea de perderla. El problema reside en que la línea que separa la amistad y el amor es tan delgada que, finalmente, María, ante la evidencia de todo el cariño que la profesa su «amigo» turco, confirma radicalmente todo el amor y pasión que siente por él, guardándose su orgullo y soberbia iniciales.

La vida es fruto de las circunstancias, muchas veces derivadas de un azar caprichoso. Una de esas circunstancias puede ser la salud, la enfermedad y la muerte. Así como la declaración de amor de María llega después de su enfermedad pulmonar y los cuidados que le ha brindado Raif, la separación se produce debido a la muerte, aunque no de ninguno de los amantes, sino de un familiar; lo cual refleja esa lucha interna que tiene que lidiar Raif entre permanecer con María o regresar a Turquía. La decisión que tomará marcará su vida, la de María y el fruto de su amor para siempre. Por eso, en esta novela se ve con crudeza como las normas sociales pueden determinar una existencia entera, siendo muy difícil tomar elecciones siguiendo los verdaderos y sinceros deseos de uno mismo.

Esta lucha entre el deseo y realidad también se puede extrapolar a la dimensión social, al verse una Alemania arruinada, que lejos de enfrentar la realidad, satisface sus deseos inmediatos en unos locos años veinte que desembocarán en un deseo de revancha en los años treinta con el ascenso de Hitler al poder. Así, una sociedad deshumanizada carente de valores se situará cara a cara con la la tiranía buscando culpables de ese sentimiento de pobreza no solo material, sino espiritual.

El libro de la semana

La historia de Aria, de Nazanine Hozar

Con esta novela podemos ver el recorrido de la historia de Irán desde los años cincuenta hasta los ochenta desde un prisma en el que las perspectivas de los personajes se entremezclan, de manera que las motivaciones de sus acciones no deben ser juzgadas individualmente, sino de una manera conjunta teniendo en cuenta las circunstancias adversas que les toca vivir en un ambiente realmente hostil, sobre todo desde el punto de vista occidental de nuestra sociedad del bienestar, que en su mayoría no ha vivido la guerra ni se ha enfrentado cara a cara con ninguna revolución.

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Aria es hija de un Irán convulso, contradictorio, desigual, amedrentado y, como consecuencia, cruel. Ese miedo es el que lleva a los personajes a tomar decisiones terribles, tanto personales como políticas. Así, Aria, al nacer, es abandonada por una mujer que teme la reacción de su marido ante una hija «maldita», con ojos azules como su misma madre. Además, esta no encentra ningún apoyo en los supuestos amigos que le ayudan en el parto debido al temor que su condición genera. No obstante, esa niña no solo conocerá la desgracia, sino también una fortuna, pues en vez de morir en una fría calle de Teherán, es recogida por un buen hombre , Behruz, que la adopta y la integra en una especie de familia humilde y, por tanto, supersticiosa. Zahra, la madre adoptiva representa no solo el temor a que esa niña sea una bastarda de su marido, sino el rencor por la vida cruel que también le ha tocado vivir. Abandonada por sus padres, puesta a servir después para una familia que labraba la plata para el sah, había sido violada y producto de ello, había tenido un niño. Ante eso, Behruz, para esconder también sus inclinaciones sexuales, consiente en casarse con ella cuando ya el hijo de Zahra cuanta con casi la edad de él. Todos ellos movidos por el miedo a una sociedad tradicional que en los años cincuenta intentaba abrirse a los gustos occidentales, pero a la que le faltaba un ingrediente clave: el bienestar, del cual no gozaba ni una mínima parte de la población. Aria pertenece a una familia del sur de Teherán y en su infancia conoce la pobreza de ese lugar, germen del fanatismo religioso que acabará tiñendo el país. Kamran, niño como Aria en los años cincuenta y sesenta, ejemplifica la dura vida de pobreza, miseria y explotación que puede llevar a agarrarse a cualquier creencia que prometa una vida mejor. Este niño ve cómo su padre es mutilado por las duras condiciones del trabajo de la construcción en un país sin derechos laborales por mucho que que se intenten adoptar formas de vida occidentales. Esta lucha de clases la adoptarán no solo los comunistas, sino los fanáticos religiosos, quienes al igual que los primeros desean acabar con el sah, considerado un títere de los intereses occidentales, en concreto, americanos, para la comercialización del petróleo. Sin embargo, mientras unos pocos se enriquecen, la mayoría del pueblo se veía sumida en su pobreza tanto económica como educacional. Aria y Kamran son amigos de niños, pero sin ellos saberlo, de adultos estarán enfrentados, pues sus destinos son totalmente opuestos; mientras Aria se ve favorecida por la fortuna de la educación, Kamram, no, pues continua en su humilde casa del sur de Teherán.

Aria, tras el maltrato sufrido a manos de la frustrada Zahra, llega a manos de una mujer rica, heredera de una fortuna: Feresthe. Esta también esconde un pasado trágico. De origen zoroastriano, su padre le había dejado la mansión familiar por ser primogénita a pesar de su condición femenina. Enamorada del jardinero, se casa con él, pero este, radicalizándose y convertido al Islam, la abandona junto con su hijo recién nacido. Esta herida se muestra en su carácter frío y distante, pero bondadoso en último término. Como consecuencia, Aria puede recibir una educación en un colegio francés, es decir, occidental, y entabla amistades alejadas de la ignorancia y, por tanto, del radicalismo. Mitra y Hamlet serán sus nuevos amigos, los cuales encarnan la otra cara de Irán: la de la riqueza, la de la venta del petróleo a los occidentales, aunque también la de la crítica al régimen del sah, pero no desde la religión, sino las posturas políticas comunistas.

En la persona de Aria confluye toda la diversidad de la población iraní que desemboca en una lucha por la supervivencia que acaba explotando en la revolución que cambiará para siempre la historia del país. Aria, de adolescente, conoce a su madre, Mehri, sin saber la identidad de esta, enseñando a leer a sus nuevas hijas; todo ello propiciado por una Feresthe que quiere inculcar la bondad en su nueva hija adoptiva. La nueva familia de Mehri vive en la zona sur, como antes lo había hecho Aria con su anterior familia. La nueva cultura adquirida por la protagonista la hace sentir un inicial rechazo a la pobreza que ya había olvidado; al igual que sus hermanastras también lo sienten al contemplar a una Aria con otra vestimenta y otros modales diferentes a los de los iraníes de esa zona. Aun con ello, con el tiempo, Aria consigue su objetivo de que algunas de sus hermanas de madre consigan una cultura y puedan cursar estudios. Aria se muestra como la unión entre las diferentes etnias de su país, aunque con quien finalmente comparte la vida, Hamlet, no es musulmán ni zoroastriano ni judío, sino cristiano, de Armenia. Esta diversidad étnica estalla con la revolución, pues se prohíbe todo lo no musulmán y empieza la persecución, lo que sume a Irán en una oscuridad en la que tienen que aprender a vivir sus protagonistas para intentar salvar sus vidas. Parece que el miedo ha engendrado más miedo y para acabar con un rey han impuesto otro. Aria y Hamlet no pueden acabar con esto, sino solo mantener la esperanza, como la mujer de rojo hace, que sigue esperando a su amado. La esperanza de que el color rojo deje de teñir su pueblo y la luz del amor, en el caso de esa mujer, y de la paz y la convivencia, en el caso de la vida de los iraníes, reine por fin.

El libro de la semana

Agnes Grey, de Anne Brönte

Quien haya leído o conozca el recorrido literario de las hermanas Brönte sabrá que una de sus líneas temáticas es la enseñanza y aprendizaje de las jóvenes del siglo XIX, muchas veces en la figura de la institutriz, por ejemplo, en Jane Eyre. Sin embargo, quizás el tema que más defina no solo su literatura, sino la de otras autoras de su siglo, como Jane Austen, es el contraste de clases sociales y la conveniencia de lograr un buen matrimonio. No obstante, existen diferencias de enfoque entre Austen y las Brönte, pues mientras la primera encarna una clase social elevada, las segundas representan el surgimiento de una clase media que critica de manera seria y práctica los prejuicios clasistas, pues Austen lo hace generalmente mediante el humor.

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En Agnes Grey aparece todo lo mencionado anteriormente de forma concisa y cercana al lector de cualquier época, pues los sentimientos plasmados empatizan también con nuestro tiempo debido al carácter profundamente humano de los mismos; aunque, no por ello, se perciben diferencias notables conforme a lo que se considera el modelo femenino de uno y otro momento. El prejuicio clasista pervive. Agnes es una joven que a causa de los problemas económicos de su familia se ve obligada a buscar un trabajo desempeñando una profesión que en ese siglo no era “honrosa”: institutriz, pues, aunque se dedicaban a la enseñanza, como bien se manifiesta en la novela, más que los conocimientos culturales, para las damas victorianas, importaban los morales, concretados en la sumisión y la obediencia de la mujer: ser discreta en el hablar y aprender costura, música, etc. El problema, asimismo, radica en la extrema dificultad de educar cuando los padres se han desentendido, al deber ser esta una labor fundamentalmente familiar. En la primera familia a quien atiende Agnes se percibe este problema, ya que los niños pequeños a los que “enseña”, adolecen de una adecuada disciplina que difícilmente cualquier persona ajena a la familia puede inculcar. Además, la familia presenta unas carencias en la relación matrimonial de los padres que se manifiestan en esa deficiente educación de los hijos. Ante esto, Agnes no se da por vencida y, haciendo gala de una gran perseverancia, prueba suerte con otra familia, en este caso, con hijos mayores. Así llega a la familia Murray, donde la esperan Rosalie y Matilda, en quienes se nota la educación victoriana, puesto que la finalidad impuesta por la familia es encontrar un buen marido para mantener una posición social adecuada a su alta clase social. Por ello, Rosalie, ante la inminencia de dicho destino y la inmadurez propia de sus dieciséis años, se afana en divertirse coqueteando y burlándose de sus pretendientes. Eso, a los ojos de sus mayores es un asunto grave, por lo que deciden culpar a Agnes, la institutriz, por su falta de persuasión hacia la joven para que se encauce por un camino de virtud, que es lo que se exige. Lo que sucede es que Rosalie no solo ha decidido burlarse de los hombres, sino de la misma Agnes, puesto que esta última fija los ojos en el ayudante del párroco, Weston, y Rosalie, aunque en un principio lo desprecia, luego conversa animadamente con él. Weston, por su parte, manifiesta un carácter distante, que con Agnes se vuelve más afectuoso y cercano, por lo que se puede intuir el desenlace, pues ambos son personajes que no viven de las apariencias, sino que intentan ser ellos mismos. Rosalie, siguiendo los designios de su madre, se casa con el señor Ashby, convirtiéndose, en teoría, en poseedora de una gran fortuna. Sin embargo, tiempo después, cuando Agnes la visita se ve lo que esconde realmente la apariencia de matrimonio ideal. Rosalie vive en una mansión con su marido Thomas, su hija recién nacida, pero también su suegra. El matrimonio se encuentra destruido por los vicios de Thomas y la presencia inquisitorial de la suegra, mientras que Rosalie, encerrada preventivamente por la coquetería mostrada en sus viajes ante la desidia de su marido, lucha por sobrevivir en ese clima asfixiante. Busca la amistad de Agnes para evadirse de ese infierno con cara de paraíso, pero esta es consciente de que tiene su propia vida y le espera otro tipo de futuro: en un primer momento, como maestra de una escuela creada por ella y su madre, quien personifica la mujer que renuncia a ser dama para convertirse en la mujer de un hombre pobre; después como la esposa de un humilde pero buen hombre, Weston.

De esta manera, se ve cómo el estatus y la pertenencia a una clase social alta no lo es todo, sino que hacen falta unos valores que el dinero nunca podrán proporcionar. Muchas veces la avaricia por ganar dinero hace descuidar lo importante, que en la infancia es la educación, y se piensa que el dinero la puede llegar a comprar; pero, obviamente, no es así, puesto que para educar correctamente se requiere mucho esfuerzo y tiempo, además de cariño, afecto y unos lazos que nadie más que los padres pueden aportar. Y el problema de una educación deficiente se arrastra toda la vida, manifestándose en cada decisión que una persona toma y las consecuencias que de ella se desencadenan.

El libro de la semana

Cleopatra, de Ariadna Castellarnau

La editorial RBA trae este otoño una colección de mujeres poderosas de la Historia. Para comenzar las entregas, se parte de una figura femenina clave para entender la visión que se ha tenido de las mujeres a lo largo del tiempo: Cleopatra. A esta se la conoce por haber sido la amante de algunos de los hombres más poderosos de su tiempo: Julio César y Marco Antonio. Sin embargo, muchos quizás desconozcan que esta mujer fue la última faraón de Egipto antes de que Egipto quedara subyugado a Roma, y que su propósito en la vida fue mantener en pie el trono heredado de la dinastía alejandrina de los Ptolomeo, actuando como una gran estratega con la creación alianzas con muchos pueblos, entre ellos, el más poderoso de su tiempo: el romano.

Cleopatra desde los dieciocho años, tras la huida de su padre a Roma para ponerse bajo la protección de Pompeyo, enemigo de César, es consciente de que para lograr la paz debe vivir antes en guerra. Así, su hermana Berenice hereda el poder, pero pronto es asesinada al volver su padre con apoyos romanos. A la muerte de este, son Cleopatra y su hermano pequeño quienes son los herederos, estando establecido que reinen en colaboración, lo que en la práctica es un imposible debido a todas las intrigas y las ansias personales de poder. De esta manera, la historia de Egipto en ese momento no puede entenderse sin la influencia de las tensiones de Roma, que intentaba anexionar Egipto como provincia romana, a pesar de la reticencia de los Ptolomeo, entre ellos, Cleopatra. Según la novela biográfica de Castellernau, Cleopatra intentaba mejorar la vida de su pueblo y para ello, a veces no quedaba más remedio que negociar con Roma, ayudarles en las batallas que mantenían con otros pueblos, pero siempre con una calma tensa evitando que su pueblo sea súbdito de Roma. Cleopatra se mostraba orgullosa ante los extranjeros, patriótica, con un sentido de estado que le hace llevar a cabo alianzas que aprovechan sus enemigos para desprestigiarla. Así, ante un hambruna provocada por los ritmos de crecida del Nilo y la posterior ayuda a Roma, sus enemigos la atacan y buscan su derrocamiento. De esos detalles, se va configurando su mala imagen. Sin embargo, siempre su fin es el mismo: colaborar con Roma para mantener la independencia de Egipto, ser aliada de Roma, pero no súbdita.

De su dimensión política surge la sentimental, pues en sus negocios políticos y bélicos con Roma conoce a dos de los hombres más importantes de la época. Primero Julio César, que acude a Egipto tras vencer a Pompeyo para pedir explicaciones del apoyo a este por parte del anterior rey egipcio. «La lealtad con lealtad de paga» contesta Cleopatra, pues su padre se exilió a Roma bajo la protección de Pompeyo, por lo que luego le apoyó a él, en vez de Julio César. Ante esto y el firme carácter de esta mujer, Julio César queda prendado y emprende una relación, que culminará con el nacimiento de su hijo Cesarión. Las crónicas romanas de la época empiezan a ser críticas con el hecho de la influencia oriental en occidente, vendiendo el hecho de que Cleopatra, una mujer oriental, conquistó a Julio César con hechicería; mientras que la realidad es que eran dos personas con mucha inteligencia y sagacidad que, al encontrarse, se sintieron irremediablemente atraídos, influyendo mucho en esto la erótica del poder. Con Julio César, Cleopatra está a salvo. No obstante, todo esto se tuerce tras su asesinato, cuando la misma Cleopatra se encuentra en Roma en los Idus de marzo. En este momento, las relaciones entre Roma y Egipto se vuelven a tambalear al ya no contar Cleopatra con el apoyo del padre de su hijo. Por ello, a partir de ese momento sus acciones se encaminarán a proteger el futuro de Cesarión.

La leyenda negra de Cleopatra se consolida debido a las fuentes romanas que tenían un interés muy claro de desprestigio al oponente de Octavio: Marco Antonio. Tras el asesinato de Julio César, la guerra civil en Roma parece irremediable y, como se sabe, el triunvirato dura poco por la ambición y la tiranía de todos, pero sobre todo de uno de sus hombres: el que sería el futuro primer emperador de Roma, Octavio Augusto. Por ello, corre como la pólvora el hecho de que Marco Antonio ha sido hechizado por la faraón de Egipto, una mujer sin escrúpulos que hace alianzas con los hombres poderosos utilizando sus armas femeninas, viviendo en concubinato primero con Julio César y luego con Marco Antonio, con quien está teniendo varios hijos. Sin embargo, mirándolo con los ojos actuales podemos ver que Marco Antonio, un hombre carismático, leal y valiente soldado, que había luchado mano a mano con César en varias batallas, se enamora de una mujer también estratega, pero con una gran fuerza de carácter, sobre todo para enfrentar las adversidades de su pueblo y los desafíos de las intrigas de la corte egipcia. La belleza de oriente junto con el esplendor de Roma se juntan en estas dos personalidades que son perseguidas por los que quieren destruir la independencia de Egipto, muy rico en cultura y saber universal. Así, en Alejandría aún pervivían escritos de filosofía, medicina, astronomía, que las guerras civiles entre diferentes facciones egipcias destruyen por esos años. De esta manera, se puede decir que el amor en libertad no es posible para ellos, debido a los condicionamientos morales y patriarcales de la sociedad romana, en la que el pater familias decide el comportamiento de las mujeres de su familia. Por ello, los romanos no entienden el poder que ostenta Cleopatra, quien pertenece a una corte más abierta en lo moral, lo que se manifiesta hasta en sus dioses: Isis unida por amor a Osiris, engendrando con este a Horus. No obstante, la historia de Cleopatra con sus amantes acaba como la de Isis, tristemente, pues Osiris es ahogado en el Nilo en una conspiración de su hermano Seth. De igual manera, a Marco Antonio los que han sido sus compañeros de Triunvirato, en especial, Octavio no le perdonan que abandone a su mujer Octavia, hermana del mismo Octavio, para acudir a Egipto y nombrar a Cleopatra reina de reyes, produciéndose las Donaciones de Alejandría, por las que se ratificaban todos los territorios cedidos a Egipto por parte de Marco Antonio. Con ello, Cleopatra engrandece su dinastía y su patria, objetivo de todos los reyes de la Historia, pero que al tratarse de una mujer que desafía las buenas costumbres de Roma, es condenada. A partir de esto, Octavio ataca más fuertemente a su rival, Marco Antonio, empezando entre ellos una guerra de propaganda, que culmina con la batalla de Accio.

La historia de Cleopatra, su ascenso y caída, muestra cómo la historia siempre está del lado de los vencedores. El emperador Augusto se encargó de hacer desaparecer muchos archivos que habrían servicio a los historiadores a conocer mejor la figura de esta mujer y la relación que mantuvo tanto con Julio César, como con Marco Antonio. Lo que parece es que sus actuaciones las dirigía la defensa de su país, Egipto, y su familia; algo que a Roma perjudicaba, por lo que de ahí el mito de la mujer fatal que se aprovecha de los hombres para lograr sus fines. No obstante, hay que tener en cuenta que vivió una época convulsa de guerras civiles y constantes conquistas en todo el Mediterráneo, lo que derivaba en pobreza entre los pueblos, que se pasaban también a un bando u otro según lo que se les prometiera. Ella lidió con esto e intentó llevar una vida según lo que se esperaba de ella, su cultura y educación, en las que el lujo y ostentación de los soberanos era una máxima, puesto que se consideraban emparentados con los mismos dioses. Esto era algo también opuesto a ciertas costumbres romanas de la mesura y el equilibrio. Aun así, el Egipto del 50 a.C también estaba imbuido de la sabiduría griega y la herencia helenística, un idealismo también en cierta manera opuesto al pragmatismo de la Roma republicana. Roma y Alejandría eran dos ciudades muy diferentes entre sí, pero quedaron para siempre unidas en la descendencia de sus soberanos.

El libro de la semana

La casa de los espíritus, de Isabel Allende



La casa de los espíritus emplea como metáfora la casa de la esquina en una ciudad indeterminada de Chile y el feudo agrícola de Las Tres Marías para expresar cómo la nación Hispanoamericana se ha configurado a través de la lucha y la reconciliación, es decir, del odio y el amor a lo largo del tiempo. Para representar esta imagen colectiva del país y, quizás, en global del universo sudamericano, emplea la historia de una familia, continuación de los del Valle del siglo XIX. Estos, en el siglo XX, se debaten entre seguir el peso de las tradiciones y entrar en la modernidad, empujados por la corriente del cambio de los tiempos. El personaje más complejo en este proceso es Esteban Trueba, que recorre un sendero que le lleva de la tiranía de la juventud al despertar de la compasión y la reconciliación familia en la vejez, descubriendo en esa madurez lo que ha perdido debido a su tozudez y salvajismo.

La lucha de clases, que alude a lo colectivo de la sociedad aunque termine desembocando en lo personal, y la incapacidad para alcanzar la felicidad y plenitud, que alude a lo familiar, son los temas fundamentales que se tratan y que están interrelacionados. Esa lucha de clases comienza en el feudo de Las Tres Marías, siendo el protagonista un Esteban Trueba, quien, en su juventud, aficionado a todo tipo de atropellos con tal de satisfacer sus deseos, levanta una hacienda próspera con trabajadores esclavizados a los que considera niños que le deben agradecer hasta su propia vida. Así, se nos resalta que todavía a principios del siglo XX pervive el espíritu colonizador de los primeros españoles que llegaron a América, que consideraban a los indígenas menores de edad, tabulas rasas sobre las que extender la civilización y el progreso. De esta manera, Esteban Trueba piensa que sin patrón la tierra no será fértil y no se podrá hacer negocio, que la organización de una hacienda solo la puede llevar a cabo un hombre de su posición, hecho a sí mismo. Por ello, esas ideas clasistas las extiende a su familia, delegando, por ejemplo, el cuidado de su madre a su hermana Férula y considerando que su mujer le pertenece en cuerpo y alma. Por ello, ese clasismo de la orden de mando para el hombre blanco se extiende a lo familiar, desembocando en una incapacidad para lograr su felicidad; pues él, desde su visión y punto de vista en el relato, nos expresa su sentimiento de fracaso al no sentirse correspondido en el amor de su mujer y sentir hasta celos de su pobre hermana reprimida y frustrada Férula, quien parece haberse acercado más a Clara, aunque sea solo espiritualmente. Políticamente, Esteban Trueba también cree ostentar en su persona la verdad absoluta de los problemas y soluciones del país, con el conservadurismo y la tradición como látigos de mando y poder. Sin embargo, el peso de los acontecimientos en su país le despiertan de un porrazo y le exponen la realidad tal y como es, no como él cree verla. Eso le llevará a que su odio mengüe y el amor familiar venza. Como contrapunto, Pedro Tercero, quien como cantautor revolucionario, hijo de campesinos de Las Tres Marías y amor secreto de Blanca, hija de Esteban y Clara, marca el símbolo del cambio, el enfrentamiento al patrón y la semilla de lo que germinará en la unión de esos dos mundos nuevos: la tradición y el progreso, que es lo que representará Alba, la luz, el amanecer de un nuevo tiempo, quien se erige en la voz de la historia de su familia, pero también de su país, un país fundado a través de luchas recientes y que se encuentra en el caos ideológico, auspiciado por el imperialismo Norteamericano. Alba, siguiendo a su abuela, que castigaba a Esteban con el silencio y la indiferencia; y a su madre, que nunca dejó de buscar a Pedro Tercero, se enfrentó definitivamente a las ideas tiránicas de su abuelo, amando también a un revolucionario, aunque pagándolo más caro que todas sus antecesoras, pues ya no es su abuelo quien infringe ningún castigo, sino el fruto de su salvajismo de su juventud. Así, Esteban Trueba evoluciona vitalmente de tal manera que descubre que los actos pueden salvarte, pero también condenarte, y que el odio y la venganza pueden perdurar a lo largo de las generaciones hasta llegar el momento oportuno.

La incapacidad para alcanzar la felicidad se manifiesta muchas veces en la espera y el ver pasar la vida sin que se logren los deseos. Esteban Trueba ve cómo hasta hacer fortuna pasa un tiempo y en ese tiempo su prometida Rosa muere envenenada por accidente, por lo que su amor en la espera es asesinada. Por otro lado, Esteban, debido a esa insatisfacción se embrutece y comienza las violaciones a campesinas y las visitas a los burdeles, hasta decidir casarse con Clara, hermana pequeña de Rosa. Sin embargo, Clara es enigmática, clarividente, compleja espiritualmente, quien sabe ver mejor con la mente que con los ojos y es consciente de lo que sucede a su alrededor, por lo que no puede alcanzar a amar a su marido, lo que envilece a Esteban hasta el punto de que, a pesar de todos los regalos y atenciones conferidos a su mujer, termina pegándola un día y ella desaparece en espíritu para él para siempre. Los espíritus, los recuerdos, las personas que habitan o han habitado el hogar de los Trueba van apareciéndose no solo a Clara, sino después a sus descendientes para no solo ayudarles, sino mostrarles el camino a seguir. Quizás esos espíritus son los que ayudan a Esteban Trueba a humanizarse, además de la maldición de su hermana Férula, mujer que tampoco consigue alcanzar la plenitud, condicionada por la sociedad patriarcal en que la ha tocado vivir. Por todo ello, vemos cómo se atisba la importancia del amor en sus múltiples vertientes: Férula lo espera hasta la decrepitud; Clara lo encuentra en sus hijos, pero nunca en su marido; Esteban busca ser correspondido en el cariño y cree atisbarlo en su nieta, pues ni Clara ni Blanca le perdonan su tiranía. Sin embargo, el amor, en este caso pasional, que exige más espera es la de Blanca y Pedro Tercero, quienes no logran vivir juntos en paz en su país, pues Blanca parece que prefiere sentir el idealismo de un amor secreto y romántico, pero manteniendo los privilegios de su clase, heredada de sus padres, para ella y su hija, sin arriesgar su posición. Eso crea mucha insatisfacción a Blanca, por no conseguir ser valiente, y a Pedro, por no lograr ser más que el dinero o la posición.

No obstante, tras los avatares y evolución de la historia y los acontecimientos, se nos muestra que la generaciones se configuran de aciertos y errores, que todo acto tiene su consecuencia y que puede ser de amor, de odio o de venganza; pero que aun así, del odio puede surgir amor y de la venganza reconciliación, puesto que la sangre, con la amplitud de sus múltiples acepciones, es el inicio y el fin de todo, y que los espíritus pueden ser los encargados de recordárnoslo.

El libro de la semana

Los fuegos del otoño, de Irène Némisrovsky

En esta novela Irène Némirovsky prosigue con el relato de las costumbres burguesas de la sociedad parisina de los años treinta, incidiendo en el hecho de cómo marcó la Primera Guerra Mundial tanto a los soldados, jóvenes con toda una vida por delante y por consiguiente experiencias que vivir, como a sus familias, atenazadas por la incertidumbre y desasosiego de una época turbulenta que no solo no se apaciguó, sino que desembocó en algo más terrible: la Segunda Guerra Mundial.

Para hablar de esta época se toma como referencia a dos jóvenes burgueses, que representan maneras de entender la vida distintas. Bernard, joven combatiente de la guerra de 1917, quien piensa que si sobrevive debe aprovechar cada día como si fuera el último, pues se considera con ese derecho al ser un héroe de guerra. Si el país le conduce a un destino de posible muerte, él tras sobrevivir no solo no se siente patriota, sino que cree que puede defraudar a esa nación sanguinaria. Así, tras terminar la guerra con veintipocos años se siente el superhombre del que hablaba Nietzsche, quien, tras superar la soledad y alienación contemporáneas, se reafirma ante la adversidad y la vida , buscando el placer, un hedonismo desmedido en forma de fiesta, dinero y mujeres. Tiene una amante, Rénee, quien también carente de escrúpulos es infiel a su marido, Raymond Détand, un empresario y político francés del momento. Bernard siente que cada día puede ser el último y con Rénee pasa veladas carentes de sentimiento, mientras Raymond comercia con Estados Unidos, resaltándose así el Capitalismo voraz e incipiente que marcará el siglo XX. El dinero es el motor de la vida tanto de Bernard como de Rénee y Raymond. Este último introduce a Bernard en negocios de dudosa honestidad. La corrupción penetra de esta manera en la vida del joven ex combatiente.

Por otro lado, como contrapuento, aparece Thérèse, joven también que pierde en la Gran Guerra a su marido, Martial Brun, un hombre que murió con honor intentando salvar a un soldado. Martial había acudido allí en calidad de médico de guerra y representa los valores tradicionales y morales de lealtad, fidelidad y voluntad de sacrifico, justamente los que parecen perderse como consecuencia de esa guerra cruel que enfrenta a medio mundo y escalda a unos mientras enriquece a otros. Thérèse, al principio, se mantiene fiel al recuerdo de su marido, pero como mujer joven siente, obviamente, la necesidad de rehacer su vida en aquellos locos años veinte, momento en que, tras una tragedia como es la guerra, todo el mundo anhela disfrutar. No obstante, a diferencia de Rénee, Thérèse busca el amor para formar una familia y cuidar de los suyos. Sus valores no se parecen a los de Bernard. Thérèse es atraída por el atractivo de la juventud, por las promesas de un Bernard que promete estabilidad y amor en un momento de incertidumbre (a pesar del hedonismo imperante) en aquel periodo de entreguerras. Bernard y Thérèse se casan, tienen tres hijos, pero pronto ella se da cuenta de la corrupción y ceguera moral de él, por lo que parece que solo le queda un destino de lamento e insatisfacción sentimental, criando a sus hijos prácticamente sola mientras su marido pasa el tiempo con su amante y emprende negocios faltos de escrúpulos. No obstante, el avance de la década de los treinta y la llegada de la Segunda Guerra Mundial trastoca ese destino de éxito económico y engaño constante. Bernard debe asumir errores y pagar las trágicas consecuencias de sus constantes tropelías de esa década ominosa del vicio.

Esta novela es profunda en lo psicológico al mostrar cómo los personajes no son buenos ni malos, sino producto de los condicionamientos sociales, morales y educacionales, pudiendo evolucionar psicológicamente a partir de sus vivencias y circunstancias. A Bernard, educado en los valores burgueses tradicionales, la Gran Guerra le transformó, pues era joven e inexperto, inmaduro en la gestión de sus emociones. No obstante, ya en la edad adulta, la Segunda Guerra Mundial también le cambiará la vida al enfrentarse a sus errores del pasado o, por lo menos, a la duda de si los negocios turbios anteriores pueden repercutir de manera trágica en el presente. Por otra parte, Thérèse posee una voluntad firme y fuerte, configurada por la espera y el sufrimiento al saber a su primer marido muerto y después ser madre de un marido infiel. A pesar de esto, en ella, su capacidad de amar es más fuerte que esas vivencias adversas y esos desengaños continuos, por lo que la novela nos muestra que en la modernidad, a pesar de ese nihilismo, es posible encontrar amor puro, tal y como lo siente Thérèse por su segundo marido y sus hijos, pero también como lo termina experimentando Bernard por su hijo primogénito, Yves, quien desde niño, quizás educado por su madre, sospecha de los negocios oscuros y disipados de su padre y sus amigos, e intenta mantener la ética y la armonía familiar, pillándole la Segunda Guerra Mundial por sorpresa, al igual que a su padre la Primera. De esta manera, en el Bernard joven y en Yves se ve el eterno retorno de una historia que siempre se repite por generaciones, dejándonos ver cómo los sentimientos puros pueden perdurar a pesar de la corrupción y los momentos disolutos que nos toquen vivir. En ese eterno retorno se descubre no solo el amor puro, sino el aprendizaje y el arrepentimiento como caminos para alcanzarlo. Así, algunas personas poseen mayor capacidad para llegar a ello, mientras que otros deben luchar más para lograrlo, incluso a través de experiencias muy trágicas, y empezar a sentir los fuegos del otoño de la vida.

El libro de la semana

Mi negro pasado, de Laura Esquivel

En esta novela se explora cómo la genética nos puede condicionar y llevar nuestras vidas por caminos que nunca sospechamos. Esto es lo que le sucede a María, la protagonista, que está emparentada con las mujeres de Como agua para chocolate. Su abuela es sobrina nieta de Tita y depositaria del legado de las recetas de esta, de manera que a lo largo de la historia podemos ver cómo la pasión que sintió Tita es trasladada a estas mujeres para que puedan dirigir su destino hacia esa felicidad que tanto ansían. Lucía y María son dos mujeres que representan distintas generaciones, pero que por circunstancias de la vida se reencuentran para despertar aquellos fantasmas familiares que les han impedido mantener una relación de nieta y abuela fluida.

María simboliza la mujer moderna, independiente, trabajadora, que un día se casa y tiene un hijo, hecho que desencadena todo tipo de reacciones debido a algo tan simple como es el color del órgano más amplio que poseemos: la piel. La piel es apariencia, aunque también esencia de lo que somos y eso es quizás lo que nos viene a trasladar este relato. La piel puede avisar de nuestra edad, al igual que de nuestro origen genético. Por la piel sentimos y a través de la piel los demás se informan no solo de nuestro origen y edad, sino también de nuestras emociones. Esa relevancia que adquiere la piel es el motivo que lleva a Horacio, bebé de María, a ser rechazado por su padre, quien incluso al proponérsele hacer una prueba de paternidad, se niega a aceptar la realidad de que puede tener un hijo negro. No obstante, la protagonista, tras asistir al funeral de su madre por una cardiopatía, se refugia en la hacienda de su abuela, heredada de su madre Esperanza, hija de Rosaura, hermana de Tita. Allí es donde se da cuenta de que hasta el momento no se había preocupado de que la clave de lo que uno desea puede encontrarse en lo inesperado, como detalles tales como una buena comida con ingredientes naturales o una tarde tranquila observando la naturaleza junto a su bebé. Así, se reflexiona cómo en el mundo moderno la maternidad no es disfrutada o vivida en profundidad debido al ruido que nos rodea en la ciudad, siempre con prisa y ansiedad por seguir teniendo éxito profesional. No obstante, María, con su abuela, lo que aprende es que en este mundo moderno las personas siguen viviendo de las apariencias, al igual que en el pasado; por lo que no se ha cambiado tanto como se cree. Si a principios del siglo XX Tita vivió un romance prohibido y fue juzgada por ello, en el siglo XXI se sospecha de la infidelidad de una mujer hacia su marido por muy poco, como es ese capricho genético que es el hijo de María, quien está emparentado con aquel hijo que tuvo Gertrudis, que también nació negro, desvelándose el secreto guardado bajo llave de la madre de Gertrudis. Con esto, se nos muestra cómo a la mujer se le suele valorar muchas veces por su lealtad, incluso sin tener pruebas, aspecto que une a María con sus antepasadas y, en concreto, con su abuela, quien tuvo que atender a su marido aun estando gravemente impedido y no solo no fue valorada por ello, sino que fue acusada por la familia de una infidelidad infundada, proclamada por la rabia de un marido rabioso y ensombrecido por la enfermedad.

Por todo ello, en esta novela María contrasta dos formas de vida, pero también dos formas de amar al conocer a otro hombre una vez abandonada por un marido que se niega a aceptar una realidad complicada a sus ojos y los de la sociedad. Su dilema será, por tanto, escoger entre lo que la sociedad espera de ella: tener una familia; un marido, aunque solo se preocupe de sí mismo; un trabajo en la gran ciudad… O dejarse llevar, reviviendo y resucitando el saber de sus antepasados en el campo, amando a un hombre que puede demostrar más que el mismo padre de su hijo. Asimismo, en esta novela corta se incide en la necesidad de desvelar misterios familiares y perdonar no solo a los demás, sino también perdonarnos a nosotros mismo por los errores que nos achacamos o las culpas que recaen sobre nuestras conciencias muchas veces por malentendidos.

El libro de la semana

Retrato en sepia, de Isabel Allende

Aurora del Valle a principios del siglo XX, con treinta años, es una mujer independiente hasta donde puede serlo una mujer chilena de aquella época. Es fotógrafa, oficio innovador en los inicios del nuevo siglo, y puede decir que ama y se siente amada. No obstante, necesita relatar con palabras su historia y lo hace a modo de crónica familiar para encontrarse a sí misma y revelar secretos que trascienden su individualidad retratando toda una época de configuración de la identidad americana.

Aurora desde los cinco años ha sido criada por su abuela, Paulina del Valle, mujer de negocios, quien junto a su marido, Feliciano, funda un imperio de exportaciones de Chile a California conservando los productos en hielo, técnica bastante innovadora para ese tiempo. No obstante, a Paulina siempre le faltó una hija, puesto que en su hogar, hasta la llegada de su nieta, solo había vivido con varones: un marido, que además no la satisface al serle constantemente infiel e ir regando de bastardos el continente americano, lo que era muy frecuente en ese momento de corrupción moral y social, y tres hijos, uno de los cuales, Matías, parece haber heredado de su padre la ausencia de ética. Como contrapunto de los hombres de la familia de Paulina se encuentra su sobrino Severo, quien destaca por sus dotes de abogado, pero también de militar, combatiendo heroicamente en la Guerra del Pacífico, carnicería que le sitúa al borde de la muerte. Severo y Matías son hombres importantes para configurar la memoria de Aurora; de ambos sale su origen: de uno toma la sangre, de otro el nombre. Aurora con su relato materizaliza su retrato en sepia, puesto que la luz total no la encuentra, puesto que su vida antes de los cinco años es un misterio que va descubriendo a lo lago de su infancia, adolescencia y juventud, siendo aportada por distintas fuentes. Así, nos muestra cómo los recuerdos nunca son del todo nítidos, pues quien los posee los adapta a sus emociones, las cuales poseen un color diferente según el tiempo que haya pasado y las circunstancias futuras. Esas emociones en Aurora son sueños recurrentes de muchachos en piyamas negros corriendo, mientras que constantemente se pregunta quién fue su madre y cuáles son sus orígenes maternos. Su madre, Lynn Sommers, hija de Eliza Sommers y Tao Chi’en, no era bien considerada en la sociedad chilena, puesto que sus padres solo estaban casados según el rito budista (matrimonio no oficial civilmente) y estaban condenados a vivir en el gueto de Chinatown en California, único lugar donde podían ser respetados dadas las habilidades curativas de Tao y su contribución a la medicina oriental. De ese condicionamiento social salió el oscurantismo en torno a sus orígenes maternos. Paulina, al enterarse de que va a ser abuela no por boca de su hijo, sino por el testimonio de su sobrino Severo, quien conoce la ausencia de todo tipo de valores de su primo, no se plantea hacer recapacitar a su hijo para reconocer a esa niña, sino que a pesar de su deseo de tener una niña en su familia, lo deja pasar, incidiéndose así en la importancia que esta mujer otorga a las apariencias, la consideración social, es decir, los valores burgueses de la «buena» sociedad chilena con negocios en California. Es el destino y el impulso de amor quienes provocan que Aurora sea una del Valle. Severo ama a Lynn Sommers y no le importa la ceguera de amor de esta hacia Matías, pues decide casarse con ella a pesar de que en su vientre se esté gestando un hijo que no lleve su sangre. La locura de amor de esos personajes origina el nacimiento de Aurora, quien al igual que su madre y su abuela, también se puede decir que es hija de la fortuna, de la suerte, del amor y la pasión, con sus consecuencias en forma de frutos inesperados. No obstante, la tragedia se cierne sobre el matrimonio chileno-chino y Aurora, realmente, Lai-Ming, acaba siendo entregada a Paulina del Valle, quien sí que la había reclamado anteriormente en una ocasión, pero una vez que ya tiene el apellido del Valle gracias a Severo.

En la novela se destaca con mucho ímpetu el contraste entre la búsqueda de la libertad y la identidad y la necesidad de seguir unos valores burgueses y conservadores que no conducen a la felicidad, sino a la represión. Así, Paulina solo reconoce a su nieta una vez que tiene el apellido del Valle, a la vez que prefiere nombrar como artritis la enfermedad que sufre su hijo Matías en París, en vez de darle el verdadero nombre: sífilis. Esa necesidad de ser tratado respetablemente en la sociedad también les lleva a las mujeres a contraer matrimonios inconvenientes e irremediables, como es el de Aurora con Diego Domínguez, perteneciente a una familia seguidora de las más conservadoras tradiciones chilenas. Este matrimonio auspiciado por la ambiciosa Paulina del Valle llevará a su nieta a la tristeza, la frustración y la desesperación. No obstante, finalmente, la fuerza de la protagonista para sobreponerse a las adversidades y el impulso de progreso vital, le hará salir del hogar matrimonial y fundar una nueva vida, tal y como se nos muestra que también hicieron sus antepasadas, como es el caso de Eliza Sommers, quien finalmente le revela los secretos más recónditos de su familia y la importancia de valores como la justicia y la lealtad. De esta manera, Aurora es fruto de valores muy contrapuestos, encarnados en distintas personas (Tao, Eliza, Lynn, Matías, Severo, Paulina), pero muy relevantes para que la protagonista los distinga y los tome como modelo positivo o negativo de comportamiento; pues así es como cada ser humano configura su personalidad, conociéndolo todo y sabiendo separar lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto.