El libro de la semana

Cleopatra, de Ariadna Castellarnau

La editorial RBA trae este otoño una colección de mujeres poderosas de la Historia. Para comenzar las entregas, se parte de una figura femenina clave para entender la visión que se ha tenido de las mujeres a lo largo del tiempo: Cleopatra. A esta se la conoce por haber sido la amante de algunos de los hombres más poderosos de su tiempo: Julio César y Marco Antonio. Sin embargo, muchos quizás desconozcan que esta mujer fue la última faraón de Egipto antes de que Egipto quedara subyugado a Roma, y que su propósito en la vida fue mantener en pie el trono heredado de la dinastía alejandrina de los Ptolomeo, actuando como una gran estratega con la creación alianzas con muchos pueblos, entre ellos, el más poderoso de su tiempo: el romano.

Cleopatra desde los dieciocho años, tras la huida de su padre a Roma para ponerse bajo la protección de Pompeyo, enemigo de César, es consciente de que para lograr la paz debe vivir antes en guerra. Así, su hermana Berenice hereda el poder, pero pronto es asesinada al volver su padre con apoyos romanos. A la muerte de este, son Cleopatra y su hermano pequeño quienes son los herederos, estando establecido que reinen en colaboración, lo que en la práctica es un imposible debido a todas las intrigas y las ansias personales de poder. De esta manera, la historia de Egipto en ese momento no puede entenderse sin la influencia de las tensiones de Roma, que intentaba anexionar Egipto como provincia romana, a pesar de la reticencia de los Ptolomeo, entre ellos, Cleopatra. Según la novela biográfica de Castellernau, Cleopatra intentaba mejorar la vida de su pueblo y para ello, a veces no quedaba más remedio que negociar con Roma, ayudarles en las batallas que mantenían con otros pueblos, pero siempre con una calma tensa evitando que su pueblo sea súbdito de Roma. Cleopatra se mostraba orgullosa ante los extranjeros, patriótica, con un sentido de estado que le hace llevar a cabo alianzas que aprovechan sus enemigos para desprestigiarla. Así, ante un hambruna provocada por los ritmos de crecida del Nilo y la posterior ayuda a Roma, sus enemigos la atacan y buscan su derrocamiento. De esos detalles, se va configurando su mala imagen. Sin embargo, siempre su fin es el mismo: colaborar con Roma para mantener la independencia de Egipto, ser aliada de Roma, pero no súbdita.

De su dimensión política surge la sentimental, pues en sus negocios políticos y bélicos con Roma conoce a dos de los hombres más importantes de la época. Primero Julio César, que acude a Egipto tras vencer a Pompeyo para pedir explicaciones del apoyo a este por parte del anterior rey egipcio. «La lealtad con lealtad de paga» contesta Cleopatra, pues su padre se exilió a Roma bajo la protección de Pompeyo, por lo que luego le apoyó a él, en vez de Julio César. Ante esto y el firme carácter de esta mujer, Julio César queda prendado y emprende una relación, que culminará con el nacimiento de su hijo Cesarión. Las crónicas romanas de la época empiezan a ser críticas con el hecho de la influencia oriental en occidente, vendiendo el hecho de que Cleopatra, una mujer oriental, conquistó a Julio César con hechicería; mientras que la realidad es que eran dos personas con mucha inteligencia y sagacidad que, al encontrarse, se sintieron irremediablemente atraídos, influyendo mucho en esto la erótica del poder. Con Julio César, Cleopatra está a salvo. No obstante, todo esto se tuerce tras su asesinato, cuando la misma Cleopatra se encuentra en Roma en los Idus de marzo. En este momento, las relaciones entre Roma y Egipto se vuelven a tambalear al ya no contar Cleopatra con el apoyo del padre de su hijo. Por ello, a partir de ese momento sus acciones se encaminarán a proteger el futuro de Cesarión.

La leyenda negra de Cleopatra se consolida debido a las fuentes romanas que tenían un interés muy claro de desprestigio al oponente de Octavio: Marco Antonio. Tras el asesinato de Julio César, la guerra civil en Roma parece irremediable y, como se sabe, el triunvirato dura poco por la ambición y la tiranía de todos, pero sobre todo de uno de sus hombres: el que sería el futuro primer emperador de Roma, Octavio Augusto. Por ello, corre como la pólvora el hecho de que Marco Antonio ha sido hechizado por la faraón de Egipto, una mujer sin escrúpulos que hace alianzas con los hombres poderosos utilizando sus armas femeninas, viviendo en concubinato primero con Julio César y luego con Marco Antonio, con quien está teniendo varios hijos. Sin embargo, mirándolo con los ojos actuales podemos ver que Marco Antonio, un hombre carismático, leal y valiente soldado, que había luchado mano a mano con César en varias batallas, se enamora de una mujer también estratega, pero con una gran fuerza de carácter, sobre todo para enfrentar las adversidades de su pueblo y los desafíos de las intrigas de la corte egipcia. La belleza de oriente junto con el esplendor de Roma se juntan en estas dos personalidades que son perseguidas por los que quieren destruir la independencia de Egipto, muy rico en cultura y saber universal. Así, en Alejandría aún pervivían escritos de filosofía, medicina, astronomía, que las guerras civiles entre diferentes facciones egipcias destruyen por esos años. De esta manera, se puede decir que el amor en libertad no es posible para ellos, debido a los condicionamientos morales y patriarcales de la sociedad romana, en la que el pater familias decide el comportamiento de las mujeres de su familia. Por ello, los romanos no entienden el poder que ostenta Cleopatra, quien pertenece a una corte más abierta en lo moral, lo que se manifiesta hasta en sus dioses: Isis unida por amor a Osiris, engendrando con este a Horus. No obstante, la historia de Cleopatra con sus amantes acaba como la de Isis, tristemente, pues Osiris es ahogado en el Nilo en una conspiración de su hermano Seth. De igual manera, a Marco Antonio los que han sido sus compañeros de Triunvirato, en especial, Octavio no le perdonan que abandone a su mujer Octavia, hermana del mismo Octavio, para acudir a Egipto y nombrar a Cleopatra reina de reyes, produciéndose las Donaciones de Alejandría, por las que se ratificaban todos los territorios cedidos a Egipto por parte de Marco Antonio. Con ello, Cleopatra engrandece su dinastía y su patria, objetivo de todos los reyes de la Historia, pero que al tratarse de una mujer que desafía las buenas costumbres de Roma, es condenada. A partir de esto, Octavio ataca más fuertemente a su rival, Marco Antonio, empezando entre ellos una guerra de propaganda, que culmina con la batalla de Accio.

La historia de Cleopatra, su ascenso y caída, muestra cómo la historia siempre está del lado de los vencedores. El emperador Augusto se encargó de hacer desaparecer muchos archivos que habrían servicio a los historiadores a conocer mejor la figura de esta mujer y la relación que mantuvo tanto con Julio César, como con Marco Antonio. Lo que parece es que sus actuaciones las dirigía la defensa de su país, Egipto, y su familia; algo que a Roma perjudicaba, por lo que de ahí el mito de la mujer fatal que se aprovecha de los hombres para lograr sus fines. No obstante, hay que tener en cuenta que vivió una época convulsa de guerras civiles y constantes conquistas en todo el Mediterráneo, lo que derivaba en pobreza entre los pueblos, que se pasaban también a un bando u otro según lo que se les prometiera. Ella lidió con esto e intentó llevar una vida según lo que se esperaba de ella, su cultura y educación, en las que el lujo y ostentación de los soberanos era una máxima, puesto que se consideraban emparentados con los mismos dioses. Esto era algo también opuesto a ciertas costumbres romanas de la mesura y el equilibrio. Aun así, el Egipto del 50 a.C también estaba imbuido de la sabiduría griega y la herencia helenística, un idealismo también en cierta manera opuesto al pragmatismo de la Roma republicana. Roma y Alejandría eran dos ciudades muy diferentes entre sí, pero quedaron para siempre unidas en la descendencia de sus soberanos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *