El libro de la semana

La casa de los espíritus, de Isabel Allende



La casa de los espíritus emplea como metáfora la casa de la esquina en una ciudad indeterminada de Chile y el feudo agrícola de Las Tres Marías para expresar cómo la nación Hispanoamericana se ha configurado a través de la lucha y la reconciliación, es decir, del odio y el amor a lo largo del tiempo. Para representar esta imagen colectiva del país y, quizás, en global del universo sudamericano, emplea la historia de una familia, continuación de los del Valle del siglo XIX. Estos, en el siglo XX, se debaten entre seguir el peso de las tradiciones y entrar en la modernidad, empujados por la corriente del cambio de los tiempos. El personaje más complejo en este proceso es Esteban Trueba, que recorre un sendero que le lleva de la tiranía de la juventud al despertar de la compasión y la reconciliación familia en la vejez, descubriendo en esa madurez lo que ha perdido debido a su tozudez y salvajismo.

La lucha de clases, que alude a lo colectivo de la sociedad aunque termine desembocando en lo personal, y la incapacidad para alcanzar la felicidad y plenitud, que alude a lo familiar, son los temas fundamentales que se tratan y que están interrelacionados. Esa lucha de clases comienza en el feudo de Las Tres Marías, siendo el protagonista un Esteban Trueba, quien, en su juventud, aficionado a todo tipo de atropellos con tal de satisfacer sus deseos, levanta una hacienda próspera con trabajadores esclavizados a los que considera niños que le deben agradecer hasta su propia vida. Así, se nos resalta que todavía a principios del siglo XX pervive el espíritu colonizador de los primeros españoles que llegaron a América, que consideraban a los indígenas menores de edad, tabulas rasas sobre las que extender la civilización y el progreso. De esta manera, Esteban Trueba piensa que sin patrón la tierra no será fértil y no se podrá hacer negocio, que la organización de una hacienda solo la puede llevar a cabo un hombre de su posición, hecho a sí mismo. Por ello, esas ideas clasistas las extiende a su familia, delegando, por ejemplo, el cuidado de su madre a su hermana Férula y considerando que su mujer le pertenece en cuerpo y alma. Por ello, ese clasismo de la orden de mando para el hombre blanco se extiende a lo familiar, desembocando en una incapacidad para lograr su felicidad; pues él, desde su visión y punto de vista en el relato, nos expresa su sentimiento de fracaso al no sentirse correspondido en el amor de su mujer y sentir hasta celos de su pobre hermana reprimida y frustrada Férula, quien parece haberse acercado más a Clara, aunque sea solo espiritualmente. Políticamente, Esteban Trueba también cree ostentar en su persona la verdad absoluta de los problemas y soluciones del país, con el conservadurismo y la tradición como látigos de mando y poder. Sin embargo, el peso de los acontecimientos en su país le despiertan de un porrazo y le exponen la realidad tal y como es, no como él cree verla. Eso le llevará a que su odio mengüe y el amor familiar venza. Como contrapunto, Pedro Tercero, quien como cantautor revolucionario, hijo de campesinos de Las Tres Marías y amor secreto de Blanca, hija de Esteban y Clara, marca el símbolo del cambio, el enfrentamiento al patrón y la semilla de lo que germinará en la unión de esos dos mundos nuevos: la tradición y el progreso, que es lo que representará Alba, la luz, el amanecer de un nuevo tiempo, quien se erige en la voz de la historia de su familia, pero también de su país, un país fundado a través de luchas recientes y que se encuentra en el caos ideológico, auspiciado por el imperialismo Norteamericano. Alba, siguiendo a su abuela, que castigaba a Esteban con el silencio y la indiferencia; y a su madre, que nunca dejó de buscar a Pedro Tercero, se enfrentó definitivamente a las ideas tiránicas de su abuelo, amando también a un revolucionario, aunque pagándolo más caro que todas sus antecesoras, pues ya no es su abuelo quien infringe ningún castigo, sino el fruto de su salvajismo de su juventud. Así, Esteban Trueba evoluciona vitalmente de tal manera que descubre que los actos pueden salvarte, pero también condenarte, y que el odio y la venganza pueden perdurar a lo largo de las generaciones hasta llegar el momento oportuno.

La incapacidad para alcanzar la felicidad se manifiesta muchas veces en la espera y el ver pasar la vida sin que se logren los deseos. Esteban Trueba ve cómo hasta hacer fortuna pasa un tiempo y en ese tiempo su prometida Rosa muere envenenada por accidente, por lo que su amor en la espera es asesinada. Por otro lado, Esteban, debido a esa insatisfacción se embrutece y comienza las violaciones a campesinas y las visitas a los burdeles, hasta decidir casarse con Clara, hermana pequeña de Rosa. Sin embargo, Clara es enigmática, clarividente, compleja espiritualmente, quien sabe ver mejor con la mente que con los ojos y es consciente de lo que sucede a su alrededor, por lo que no puede alcanzar a amar a su marido, lo que envilece a Esteban hasta el punto de que, a pesar de todos los regalos y atenciones conferidos a su mujer, termina pegándola un día y ella desaparece en espíritu para él para siempre. Los espíritus, los recuerdos, las personas que habitan o han habitado el hogar de los Trueba van apareciéndose no solo a Clara, sino después a sus descendientes para no solo ayudarles, sino mostrarles el camino a seguir. Quizás esos espíritus son los que ayudan a Esteban Trueba a humanizarse, además de la maldición de su hermana Férula, mujer que tampoco consigue alcanzar la plenitud, condicionada por la sociedad patriarcal en que la ha tocado vivir. Por todo ello, vemos cómo se atisba la importancia del amor en sus múltiples vertientes: Férula lo espera hasta la decrepitud; Clara lo encuentra en sus hijos, pero nunca en su marido; Esteban busca ser correspondido en el cariño y cree atisbarlo en su nieta, pues ni Clara ni Blanca le perdonan su tiranía. Sin embargo, el amor, en este caso pasional, que exige más espera es la de Blanca y Pedro Tercero, quienes no logran vivir juntos en paz en su país, pues Blanca parece que prefiere sentir el idealismo de un amor secreto y romántico, pero manteniendo los privilegios de su clase, heredada de sus padres, para ella y su hija, sin arriesgar su posición. Eso crea mucha insatisfacción a Blanca, por no conseguir ser valiente, y a Pedro, por no lograr ser más que el dinero o la posición.

No obstante, tras los avatares y evolución de la historia y los acontecimientos, se nos muestra que la generaciones se configuran de aciertos y errores, que todo acto tiene su consecuencia y que puede ser de amor, de odio o de venganza; pero que aun así, del odio puede surgir amor y de la venganza reconciliación, puesto que la sangre, con la amplitud de sus múltiples acepciones, es el inicio y el fin de todo, y que los espíritus pueden ser los encargados de recordárnoslo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *