El libro de la semana

Agnes Grey, de Anne Brönte

Quien haya leído o conozca el recorrido literario de las hermanas Brönte sabrá que una de sus líneas temáticas es la enseñanza y aprendizaje de las jóvenes del siglo XIX, muchas veces en la figura de la institutriz, por ejemplo, en Jane Eyre. Sin embargo, quizás el tema que más defina no solo su literatura, sino la de otras autoras de su siglo, como Jane Austen, es el contraste de clases sociales y la conveniencia de lograr un buen matrimonio. No obstante, existen diferencias de enfoque entre Austen y las Brönte, pues mientras la primera encarna una clase social elevada, las segundas representan el surgimiento de una clase media que critica de manera seria y práctica los prejuicios clasistas, pues Austen lo hace generalmente mediante el humor.

Agnes Grey de Anne Brontë: Muy buen estado. Rústica. (2021) | Librería  Ofisierra

En Agnes Grey aparece todo lo mencionado anteriormente de forma concisa y cercana al lector de cualquier época, pues los sentimientos plasmados empatizan también con nuestro tiempo debido al carácter profundamente humano de los mismos; aunque, no por ello, se perciben diferencias notables conforme a lo que se considera el modelo femenino de uno y otro momento. El prejuicio clasista pervive. Agnes es una joven que a causa de los problemas económicos de su familia se ve obligada a buscar un trabajo desempeñando una profesión que en ese siglo no era “honrosa”: institutriz, pues, aunque se dedicaban a la enseñanza, como bien se manifiesta en la novela, más que los conocimientos culturales, para las damas victorianas, importaban los morales, concretados en la sumisión y la obediencia de la mujer: ser discreta en el hablar y aprender costura, música, etc. El problema, asimismo, radica en la extrema dificultad de educar cuando los padres se han desentendido, al deber ser esta una labor fundamentalmente familiar. En la primera familia a quien atiende Agnes se percibe este problema, ya que los niños pequeños a los que “enseña”, adolecen de una adecuada disciplina que difícilmente cualquier persona ajena a la familia puede inculcar. Además, la familia presenta unas carencias en la relación matrimonial de los padres que se manifiestan en esa deficiente educación de los hijos. Ante esto, Agnes no se da por vencida y, haciendo gala de una gran perseverancia, prueba suerte con otra familia, en este caso, con hijos mayores. Así llega a la familia Murray, donde la esperan Rosalie y Matilda, en quienes se nota la educación victoriana, puesto que la finalidad impuesta por la familia es encontrar un buen marido para mantener una posición social adecuada a su alta clase social. Por ello, Rosalie, ante la inminencia de dicho destino y la inmadurez propia de sus dieciséis años, se afana en divertirse coqueteando y burlándose de sus pretendientes. Eso, a los ojos de sus mayores es un asunto grave, por lo que deciden culpar a Agnes, la institutriz, por su falta de persuasión hacia la joven para que se encauce por un camino de virtud, que es lo que se exige. Lo que sucede es que Rosalie no solo ha decidido burlarse de los hombres, sino de la misma Agnes, puesto que esta última fija los ojos en el ayudante del párroco, Weston, y Rosalie, aunque en un principio lo desprecia, luego conversa animadamente con él. Weston, por su parte, manifiesta un carácter distante, que con Agnes se vuelve más afectuoso y cercano, por lo que se puede intuir el desenlace, pues ambos son personajes que no viven de las apariencias, sino que intentan ser ellos mismos. Rosalie, siguiendo los designios de su madre, se casa con el señor Ashby, convirtiéndose, en teoría, en poseedora de una gran fortuna. Sin embargo, tiempo después, cuando Agnes la visita se ve lo que esconde realmente la apariencia de matrimonio ideal. Rosalie vive en una mansión con su marido Thomas, su hija recién nacida, pero también su suegra. El matrimonio se encuentra destruido por los vicios de Thomas y la presencia inquisitorial de la suegra, mientras que Rosalie, encerrada preventivamente por la coquetería mostrada en sus viajes ante la desidia de su marido, lucha por sobrevivir en ese clima asfixiante. Busca la amistad de Agnes para evadirse de ese infierno con cara de paraíso, pero esta es consciente de que tiene su propia vida y le espera otro tipo de futuro: en un primer momento, como maestra de una escuela creada por ella y su madre, quien personifica la mujer que renuncia a ser dama para convertirse en la mujer de un hombre pobre; después como la esposa de un humilde pero buen hombre, Weston.

De esta manera, se ve cómo el estatus y la pertenencia a una clase social alta no lo es todo, sino que hacen falta unos valores que el dinero nunca podrán proporcionar. Muchas veces la avaricia por ganar dinero hace descuidar lo importante, que en la infancia es la educación, y se piensa que el dinero la puede llegar a comprar; pero, obviamente, no es así, puesto que para educar correctamente se requiere mucho esfuerzo y tiempo, además de cariño, afecto y unos lazos que nadie más que los padres pueden aportar. Y el problema de una educación deficiente se arrastra toda la vida, manifestándose en cada decisión que una persona toma y las consecuencias que de ella se desencadenan.

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