El libro de la semana

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson

Cuando se piensa en algo terrorífico muchos visualizan fantasmas, casas encantadas, demonios, brujas, etc. Es decir, el cine de terror, tomando de referencia la cultura popular marcada muchas veces por la religión, ha plasmado la idea de que en lo sobrenatural está el miedo, vendiéndonos la idea de que hay una vida más allá tras la muerte y es algo tenebroso que puede inmiscuirse en nuestra vida cotidiana y hacernos daño. Sin embargo, Stevenson con su novela nos revela algo más horrible: la transformación de un hombre, más bien, la doble naturaleza del alma de un hombre, que si lo analizamos, podría ser la de cualquiera, aunque no se manifieste el lado oscuro de manera tan radical.

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Utterson es un notario que observa que en el testamento de un conocido suyo aparece como heredero universal un tal Edward Hyde. ¿Quién es este hombre? Pronto conocemos los crímenes atroces que está cometiendo ese ser de pequeña estatura, pero con aspecto de bestia o, al menos, es de esta manera como los demás lo perciben. Una vez que golpea a una niña y asesina a un hombre sin piedad, es perseguido por la justicia. No obstante, se muestra huidizo; solo se sabe que tiene un protector, Henry Jekyll, que por un motivo desconocido le extiende cheques en blanco y hasta le deja habitar en la parte trasera de su casa. Utterson, con la ayuda del Doctor Lanyon, busca una explicación a tal fenómeno. Conforme avanzan las investigaciones policiales, van hilando las sospechas hasta tejer una respuesta horripilante. Jekyll es un hombre respetable, bondadoso, con una ética y moral marcadas por una buena educación; pero ha decidido proteger a una bestia que representa una vitalidad juvenil y que se aleja de toda moral. ¿Cuántos hombres habitan en la casa del doctor en el Soho de Londres? Realmente, pronto averiguamos que uno solo, aunque con un gran secreto. Su alma tiene dos caras totalmente opuestas en sus actos. Es tan opuesta su naturaleza que hasta el cuerpo se va transformando dependiendo de qué parte del alma actúe. Henry Jekyll, al recobrar su conciencia original, se siente culpable; sin embargo, en toda batalla tiene que haber un ganador. Lo que termina viviendo el doctor es una disputa entre sus dos naturalezas y cuando se siente impotente ante sus constantes transformaciones y la rebeldía que muestra su otro yo, decide desvelar sus secreto a sus dos amigos; pues siente que llegará un momento en que lo que él ha creado le termine destruyendo definitivamente, a él, a su creador, que dio vida a una bestia y le dotó de un poder indestructible: la falta de moral y escrúpulos.

Por medio de una metáfora, Stevenson nos muestra que el Doctor Jekyll se sirve de la ciencia: la creación de una especie de bebida originada a través de un experimento, la cual logra modificar el alma humana de tal manera que despierta la maldad y esconde el imperativo moral que todos poseemos en nuestro interior. Esa especie de pócima podrían ser los avances científicos desmedidos que desde el siglo XIX se vienen produciendo y si no se utilizan siguiendo un código ético pueden llegar a destruirnos. Partiendo de esta idea, otras novelas también analizan este problema, por ejemplo, en Frankenstein vemos como el doctor teme ser destruido por su propia creación puesto que esta carece de alma al haber sido fruto de la soberbia humana no de Dios. Hoy en día, habría que plantearse la posibilidad de que a alguien se le ocurra conceder un poder humano o ¿divino? a la inteligencia artificial y que pueda declararse en rebeldía contra nosotros mismos, sus creadores.

No obstante, la conclusión que se puede sacar es que el doctor Jekyll se ve sobrepasado por su descubrimiento y llega un momento en que sus dos mitades o personalidades se confunden y, como es incapaz de la destrucción de su parte oscura puesto que representa algo que en su subconsciente anhela, termina devorado por el mal. En la elaboración de su pócima ve que ya se han agotado los ingredientes que le otorgaban una moral y le devolvían a su verdadero ser.

Todo ello nos demuestra que la tragedia no tenemos que buscarla en un mundo sobrenatural, sino en el nuestro; ya que el terror nos pisa tanto los talones que puede hallarse muy muy cerca, tanto como en nosotros mismos, o en quienes nos rodean pero que han sido vencidos por su Edward Hyde.

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