El libro de la semana

La historia de Aria, de Nazanine Hozar

Con esta novela podemos ver el recorrido de la historia de Irán desde los años cincuenta hasta los ochenta desde un prisma en el que las perspectivas de los personajes se entremezclan, de manera que las motivaciones de sus acciones no deben ser juzgadas individualmente, sino de una manera conjunta teniendo en cuenta las circunstancias adversas que les toca vivir en un ambiente realmente hostil, sobre todo desde el punto de vista occidental de nuestra sociedad del bienestar, que en su mayoría no ha vivido la guerra ni se ha enfrentado cara a cara con ninguna revolución.

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Aria es hija de un Irán convulso, contradictorio, desigual, amedrentado y, como consecuencia, cruel. Ese miedo es el que lleva a los personajes a tomar decisiones terribles, tanto personales como políticas. Así, Aria, al nacer, es abandonada por una mujer que teme la reacción de su marido ante una hija «maldita», con ojos azules como su misma madre. Además, esta no encentra ningún apoyo en los supuestos amigos que le ayudan en el parto debido al temor que su condición genera. No obstante, esa niña no solo conocerá la desgracia, sino también una fortuna, pues en vez de morir en una fría calle de Teherán, es recogida por un buen hombre , Behruz, que la adopta y la integra en una especie de familia humilde y, por tanto, supersticiosa. Zahra, la madre adoptiva representa no solo el temor a que esa niña sea una bastarda de su marido, sino el rencor por la vida cruel que también le ha tocado vivir. Abandonada por sus padres, puesta a servir después para una familia que labraba la plata para el sah, había sido violada y producto de ello, había tenido un niño. Ante eso, Behruz, para esconder también sus inclinaciones sexuales, consiente en casarse con ella cuando ya el hijo de Zahra cuanta con casi la edad de él. Todos ellos movidos por el miedo a una sociedad tradicional que en los años cincuenta intentaba abrirse a los gustos occidentales, pero a la que le faltaba un ingrediente clave: el bienestar, del cual no gozaba ni una mínima parte de la población. Aria pertenece a una familia del sur de Teherán y en su infancia conoce la pobreza de ese lugar, germen del fanatismo religioso que acabará tiñendo el país. Kamran, niño como Aria en los años cincuenta y sesenta, ejemplifica la dura vida de pobreza, miseria y explotación que puede llevar a agarrarse a cualquier creencia que prometa una vida mejor. Este niño ve cómo su padre es mutilado por las duras condiciones del trabajo de la construcción en un país sin derechos laborales por mucho que que se intenten adoptar formas de vida occidentales. Esta lucha de clases la adoptarán no solo los comunistas, sino los fanáticos religiosos, quienes al igual que los primeros desean acabar con el sah, considerado un títere de los intereses occidentales, en concreto, americanos, para la comercialización del petróleo. Sin embargo, mientras unos pocos se enriquecen, la mayoría del pueblo se veía sumida en su pobreza tanto económica como educacional. Aria y Kamran son amigos de niños, pero sin ellos saberlo, de adultos estarán enfrentados, pues sus destinos son totalmente opuestos; mientras Aria se ve favorecida por la fortuna de la educación, Kamram, no, pues continua en su humilde casa del sur de Teherán.

Aria, tras el maltrato sufrido a manos de la frustrada Zahra, llega a manos de una mujer rica, heredera de una fortuna: Feresthe. Esta también esconde un pasado trágico. De origen zoroastriano, su padre le había dejado la mansión familiar por ser primogénita a pesar de su condición femenina. Enamorada del jardinero, se casa con él, pero este, radicalizándose y convertido al Islam, la abandona junto con su hijo recién nacido. Esta herida se muestra en su carácter frío y distante, pero bondadoso en último término. Como consecuencia, Aria puede recibir una educación en un colegio francés, es decir, occidental, y entabla amistades alejadas de la ignorancia y, por tanto, del radicalismo. Mitra y Hamlet serán sus nuevos amigos, los cuales encarnan la otra cara de Irán: la de la riqueza, la de la venta del petróleo a los occidentales, aunque también la de la crítica al régimen del sah, pero no desde la religión, sino las posturas políticas comunistas.

En la persona de Aria confluye toda la diversidad de la población iraní que desemboca en una lucha por la supervivencia que acaba explotando en la revolución que cambiará para siempre la historia del país. Aria, de adolescente, conoce a su madre, Mehri, sin saber la identidad de esta, enseñando a leer a sus nuevas hijas; todo ello propiciado por una Feresthe que quiere inculcar la bondad en su nueva hija adoptiva. La nueva familia de Mehri vive en la zona sur, como antes lo había hecho Aria con su anterior familia. La nueva cultura adquirida por la protagonista la hace sentir un inicial rechazo a la pobreza que ya había olvidado; al igual que sus hermanastras también lo sienten al contemplar a una Aria con otra vestimenta y otros modales diferentes a los de los iraníes de esa zona. Aun con ello, con el tiempo, Aria consigue su objetivo de que algunas de sus hermanas de madre consigan una cultura y puedan cursar estudios. Aria se muestra como la unión entre las diferentes etnias de su país, aunque con quien finalmente comparte la vida, Hamlet, no es musulmán ni zoroastriano ni judío, sino cristiano, de Armenia. Esta diversidad étnica estalla con la revolución, pues se prohíbe todo lo no musulmán y empieza la persecución, lo que sume a Irán en una oscuridad en la que tienen que aprender a vivir sus protagonistas para intentar salvar sus vidas. Parece que el miedo ha engendrado más miedo y para acabar con un rey han impuesto otro. Aria y Hamlet no pueden acabar con esto, sino solo mantener la esperanza, como la mujer de rojo hace, que sigue esperando a su amado. La esperanza de que el color rojo deje de teñir su pueblo y la luz del amor, en el caso de esa mujer, y de la paz y la convivencia, en el caso de la vida de los iraníes, reine por fin.

El libro de la semana

Agnes Grey, de Anne Brönte

Quien haya leído o conozca el recorrido literario de las hermanas Brönte sabrá que una de sus líneas temáticas es la enseñanza y aprendizaje de las jóvenes del siglo XIX, muchas veces en la figura de la institutriz, por ejemplo, en Jane Eyre. Sin embargo, quizás el tema que más defina no solo su literatura, sino la de otras autoras de su siglo, como Jane Austen, es el contraste de clases sociales y la conveniencia de lograr un buen matrimonio. No obstante, existen diferencias de enfoque entre Austen y las Brönte, pues mientras la primera encarna una clase social elevada, las segundas representan el surgimiento de una clase media que critica de manera seria y práctica los prejuicios clasistas, pues Austen lo hace generalmente mediante el humor.

Agnes Grey de Anne Brontë: Muy buen estado. Rústica. (2021) | Librería  Ofisierra

En Agnes Grey aparece todo lo mencionado anteriormente de forma concisa y cercana al lector de cualquier época, pues los sentimientos plasmados empatizan también con nuestro tiempo debido al carácter profundamente humano de los mismos; aunque, no por ello, se perciben diferencias notables conforme a lo que se considera el modelo femenino de uno y otro momento. El prejuicio clasista pervive. Agnes es una joven que a causa de los problemas económicos de su familia se ve obligada a buscar un trabajo desempeñando una profesión que en ese siglo no era “honrosa”: institutriz, pues, aunque se dedicaban a la enseñanza, como bien se manifiesta en la novela, más que los conocimientos culturales, para las damas victorianas, importaban los morales, concretados en la sumisión y la obediencia de la mujer: ser discreta en el hablar y aprender costura, música, etc. El problema, asimismo, radica en la extrema dificultad de educar cuando los padres se han desentendido, al deber ser esta una labor fundamentalmente familiar. En la primera familia a quien atiende Agnes se percibe este problema, ya que los niños pequeños a los que “enseña”, adolecen de una adecuada disciplina que difícilmente cualquier persona ajena a la familia puede inculcar. Además, la familia presenta unas carencias en la relación matrimonial de los padres que se manifiestan en esa deficiente educación de los hijos. Ante esto, Agnes no se da por vencida y, haciendo gala de una gran perseverancia, prueba suerte con otra familia, en este caso, con hijos mayores. Así llega a la familia Murray, donde la esperan Rosalie y Matilda, en quienes se nota la educación victoriana, puesto que la finalidad impuesta por la familia es encontrar un buen marido para mantener una posición social adecuada a su alta clase social. Por ello, Rosalie, ante la inminencia de dicho destino y la inmadurez propia de sus dieciséis años, se afana en divertirse coqueteando y burlándose de sus pretendientes. Eso, a los ojos de sus mayores es un asunto grave, por lo que deciden culpar a Agnes, la institutriz, por su falta de persuasión hacia la joven para que se encauce por un camino de virtud, que es lo que se exige. Lo que sucede es que Rosalie no solo ha decidido burlarse de los hombres, sino de la misma Agnes, puesto que esta última fija los ojos en el ayudante del párroco, Weston, y Rosalie, aunque en un principio lo desprecia, luego conversa animadamente con él. Weston, por su parte, manifiesta un carácter distante, que con Agnes se vuelve más afectuoso y cercano, por lo que se puede intuir el desenlace, pues ambos son personajes que no viven de las apariencias, sino que intentan ser ellos mismos. Rosalie, siguiendo los designios de su madre, se casa con el señor Ashby, convirtiéndose, en teoría, en poseedora de una gran fortuna. Sin embargo, tiempo después, cuando Agnes la visita se ve lo que esconde realmente la apariencia de matrimonio ideal. Rosalie vive en una mansión con su marido Thomas, su hija recién nacida, pero también su suegra. El matrimonio se encuentra destruido por los vicios de Thomas y la presencia inquisitorial de la suegra, mientras que Rosalie, encerrada preventivamente por la coquetería mostrada en sus viajes ante la desidia de su marido, lucha por sobrevivir en ese clima asfixiante. Busca la amistad de Agnes para evadirse de ese infierno con cara de paraíso, pero esta es consciente de que tiene su propia vida y le espera otro tipo de futuro: en un primer momento, como maestra de una escuela creada por ella y su madre, quien personifica la mujer que renuncia a ser dama para convertirse en la mujer de un hombre pobre; después como la esposa de un humilde pero buen hombre, Weston.

De esta manera, se ve cómo el estatus y la pertenencia a una clase social alta no lo es todo, sino que hacen falta unos valores que el dinero nunca podrán proporcionar. Muchas veces la avaricia por ganar dinero hace descuidar lo importante, que en la infancia es la educación, y se piensa que el dinero la puede llegar a comprar; pero, obviamente, no es así, puesto que para educar correctamente se requiere mucho esfuerzo y tiempo, además de cariño, afecto y unos lazos que nadie más que los padres pueden aportar. Y el problema de una educación deficiente se arrastra toda la vida, manifestándose en cada decisión que una persona toma y las consecuencias que de ella se desencadenan.